El gringo, el pescador y yo

Seguramente muchos de ustedes conocen la fábula del gringo y el pescador. Pero por si alguno no la ha leído o no se la han contado, y para poder decir lo que quiero añadir después, la resumo brevemente.
Un hombre que estaba vendiendo pescado es abordado por un empresario extranjero:
- ¿Cuánto tiempo tú trabajar para sacar estos atunes?
- Bueno, míster, uno entra en el mar, tira la red y si hay suerte, en unas horas ya está sacando unos cuantos pescados.
- ¿Y eso ser bueno?
- Sí, me alcanza con eso.
- Digo, ¿por qué tú no pasar más tiempo y sacar más pescados?
-Bueno, con la mitad de lo que saco del mar, come mi familia. La otra mitad la vendo y con eso tenemos para los demás gastos.
-¿Qué hacer tú con el tiempo que te sobra?
-Bueno, me voy pa´ la casa, descanso, juego con los muchachos, converso, me doy una vuelta por el pueblo. Yo llevo una vida tranquila.
- Pero puedes emplear más tiempo en la pesca. En vez de traer 10 kilos, por ejemplo, pesca 20 kilos.
-¿Y qué hago yo con tanto pescado?
-Ahorrar para poder comprar un bote más grande. O varios botes. ¡Una flota! Más ganancia. Luego tendrías tu propia empresa, grande como la mía. Tendrías mucho dinero, serías rico.
- Y, luego, ¿qué?
- Puedes retirarte a descansar. 
- Eso es lo que estoy haciendo ahora
Seguramente algunos se sentirán plenamente identificados con lo que dice el pescador y otros con lo que dice el gringo, según se entienda la cosa de un lado o del otro; se presume, de acuerdo con la parábola, que no es lo mismo ir a descansar sabiendo que se tiene millones, que dormir pensando en ir a trabajar al día siguiente; pero todo eso es sólo suposición. Yo, aunque tengo trabajo, no me voy a dormir pensando en mis tareas pendientes, ya cada día trae su propio afán, y acostado en la cama pensando no siempre se resuelven las cosas, sino llegado el momento. Eso es lo ideal: estar libre de preocupaciones, seamos gringos o pescadores o ambas cosas.
En realidad no es muy cierta ni una cosa ni la otra; preocuparse depende de uno y no de lo que se posee; y tener dinero es algo que también genera ansiedades que no se ven o no se experimentan cuando se vive de manera modesta; una persona que no tiene mucho puede también dormir tranquila; el rico tiene preocupaciones de las que el pobre no sabe. Yo por ejemplo no tengo miedo de que me vayan a secuestrar, porque si alguien anda espiando mi vida, lo primero que va a descubrir es que en mi cuenta en el banco rara vez queda algo de saldo al llegar a fin de mes. De modo que perdería su tiempo secuestrándome para pedir un rescate.
Ser de los que piensan como el pescador, sin embargo, es algo mal visto en ciertos medios, ya que ser conforme es sinónimo de mediocridad. Debo aclarar que quizás no tengo ambiciones materiales, pero sí tengo ambiciones literarias, que es otra cosa. Por lo general valoro estar tranquilo, y el dinero, los lujos, los negocios y esas cosas demandan un estilo de vida que secuestra la tranquilidad de las personas. Y si dedicara mi tiempo y mi esfuerzo a hacer dinero, quizás no escribiría más que cheques o recibos.
De niño yo era un estudiante sobresaliente, estaba dotado de una gran inteligencia (según la concepción clásica de este término), capacidad de razonamiento, en todas las áreas: matemática, lenguaje, historia, obtenía altísimas calificaciones… algunas personas que me han conocido luego de adulto parecen decepcionadas de que, siendo yo tan inteligente, no me haya hecho rico. En realidad, y volviendo a lo que decíamos antes, hacerse rico no depende tanto del hecho de ser inteligente, sino de valorar el dinero o las que cosas que te puede dar, amar el lujo, la comida cara y la ropa que llaman fina, el sentir necesidad de viajar, y todas esas cosas que a veces sólo el dinero puede comprar, o Master Card.
Quizás sí existe un tipo particular de inteligencia para hacerse rico, y habría que sumar esa a la lista de las inteligencias múltiples de las que hablan por allí autores como Gardner y su equipo de la Universidad de Harvard: lingüística o verbal, lógico-matemática, visual-espacial, musical, corporal-cinestésica, intrapersonal, interpersonal y naturalista. Yo entonces incorporaría la inteligencia económica, mercantilista o monetaria (que quizás combina un poco la matemática, la interpersonal y la lingüística). Pero de esa yo no tengo y no me importa, ya que, como decía, nada valoro tanto como la tranquilidad.
Es más, confieso que siento un poco de lástima por esas personas cuya razón de ser en la vida es el dinero, no sólo por el hecho de que vivir en un país como este, donde el lujo significa vivir con la preocupación de ser robados o asesinados por quien no lo tiene, sino que también, por un lado, es triste tener que vivir esforzándose para aparentar ante los otros y poder ser aceptado; y porque vivir con lujos en medio de la miseria es como ser el tuerto del proverbio.
Pero no vayan a creer que esto significa que no tengo ambiciones. Claro que sí tengo. Pero mis ambiciones no son monetarias sino literarias. Y siempre he creído que si me dedico a hacer dinero no escribo y viceversa. En fin, que yo me entiendo y así me quieren, o al menos es lo que me dicen en mi casa.
Rafael Victorino Muñoz

@soyvictorinox

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