Un
sacerdote abusa sexualmente de un niño y no acusamos al sacerdote sino a la
iglesia. Durante la inquisición quemaban a las personas, por considerarlas
brujas, pero entonces es la iglesia católica la que lo hizo y no un grupo de
fanáticos. Un pastor roba el diezmo y es mala la religión. Un policía gringo
mata a un joven afroamericano y no se habla tan mal del policía como de los
Estados Unidos. Un tirano condena muerte a otros en nombre del comunismo y el
culpable es el comunismo, no el tirano. El dueño de una fábrica explota y
esclaviza a personas, pero no es él, sino el capitalismo el que debe responder
por todos los males. Los que así razonan creen que es mejor sentenciar no al
hombre, sino a lo que le instó a
actuar. Dicen que a un hombre no se le puede juzgar por sus ideas. Pero yo creo
que tampoco se debe juzgar una idea por culpa de un hombre o de un grupo de
hombres.
Quizás
el que piensa que no es malo el hombre que actúa mal sino la religión o la idea
tiene algo en contra de esa religión o esa idea; aunque haya muchos sacerdotes
católicos que no son pedófilos y policías gringos que no matan negros y dueños
de fábricas que no son esclavistas. Digo, a lo mejor algunas personas no
quieren que exista esa religión o esa idea, esos sistemas de creencias o esas
naciones; tal vez sea igual de intolerante que aquellos a los que acusa y también
quiere suprimir a los otros por causa de sus ideas o junto con sus ideas; pues,
pensando así tiene un argumento que considera válido (aunque en realidad sea
sólo una falacia), con el cual pretende hacer ver que los otros que no son como
él no deben existir, ya sean negros, latinos, pobres, judíos, musulmanes,
gitanos, católicos, religiosos, capitalistas, gringos.
De
verdad, nada parece tan simple para escudar la maldad personal que hacerla
colectiva, convertirla en idea. Cometo un homicidio y puedo decir que actué
movido por mi fe. Juzguen a la fe, no a mí; juzguen a los líderes, no a mí;
juzguen los ideales, no a mí. Según esta manera de ver las cosas todo se presenta
despersonalizado y no hay ya culpa ni responsabilidades ni nada (o por lo menos
no de una manera personal): es el mercado (porque el mercado tiene leyes y vida
propia, y no son los hombres los que lo alimentan), es el sistema (porque los
sistemas se inventaron a sí mismos y no hay nadie que los arregle o los pueda
modificar), es el partido, el país, la religión, la cultura.
Yo,
pues, simplemente no estoy de acuerdo con ese modo de ver las cosas. Un hombre
actúa como quiere porque quiere: las ideas no te ponen un revólver en el pecho
y te obligan; el que lo hace va por su cuenta, ha tomado una decisión. Y es que
también se tiene la otra opción: renunciar a hacer algo que va en contra de los
principios, si es que hay tales principios; puedes renunciar a matar en nombre
de... Esto me recuerda un poco aquel pasaje de la película El padrino cuando Michael Corleone le dice a otro, a quien va a
matar, porque ha traicionado a Don Vito: “no te lo tomes a mal, no es nada
personal, tengo que matarte, simplemente…”
En
suma, parece fácil disculpar a alguien personalmente y acusar a la institución
o al colectivo o a su sistema de creencias (es lo que la gente hace todos los
días). Pero lo cierto es que ni las instituciones ni los ideales pueden matar a
nadie; lo hacen las personas. Las ideas no tienen corporeidad ni tienen manos
ni pueden empuñar un arma. Dicen que uno no debe personalizar las cosas. Yo
creo que debemos volver a personalizarlas, volver a ser responsables de lo que
somos y hacemos ante los demás seres humanos, ante los demás seres vivos con
quienes compartimos este planeta y hasta con el mismo planeta. Si empezamos a
ver a los demás como personas y no como miembros de una clase, de un grupo, de
una institución, de un partido, de un bando, entonces tal vez un día podamos
tratarlos como personas.
Rafael Victorino
Muñoz
@soyvictorinox
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