“En mi
casa llevo falda y tú llevas pantalones”, dice la célebre canción de El
venado. Debajo de la sotana también hay pantalones, dicen de los sacerdotes
católicos que momentáneamente olvidan sus votos de castidad y recuerdan otras
cosas. Tales aseveraciones están imbuidas en la creencia popular según la cual
pantalón y condición de macho van asociadas, llevar pantalones es cosa de
hombres, quien los lleva es el que manda, mandar es cosa de personas de sexo
masculino, en suma, es un asunto de roles, de género, de lo que comúnmente
atribuimos a uno y otro sexo como propio e inherente, y que por haberlo
conocido así, desde siempre, pensamos que es lo normal, lo natural. En la
actualidad, y desde hace rato, se han venido cuestionando muchos de estos
patrones. Pero veamos de dónde viene este uso.
En
primer lugar, con respecto a la etimología de la palabra pantalón, según
cuenta la leyenda, proviene del nombre de un personaje de la Comedia del arte, el personaje conocido como el viejo
Pantaleone o Pantaleón, un viejo mercante, unas veces rico y
apreciado por la nobleza y otras veces arruinado, pero siempre muy particular,
inocente y crédulo, al que siempre buscaban burlar. Es el rival de Arlequín. Para ocultar su edad en su afán
de atraer a las mujeres, Pantaleone llevaba una extraña indumentaria turca,
que consistía en un calzón ajustado a las piernas y ceñido hasta las rodillas.
Un calzón verosímilmente más largo que los que se acostumbraba para la época.
En el recorrido de la "Comedia Italiana" por Europa fue la imagen de
Pantaleón la que puso de moda este tipo de calzones a finales del siglo XVII.
Pero no fueron los italianos quienes popularizaron su uso sino los franceses o
los ingleses (hay diversas versiones al respecto). Entonces se dio en decir
que quienes tal prenda usaban, se vestían como Pantaleón. De allí a que la prenda
tomara el nombre y perdiera una e intermedia no hubo más que un paso.

Tampoco
está suficientemente documentado, cuándo, en qué contexto y porqué los hombres
comienzan a usar prendas parecidas o similares al pantalón moderno, es decir,
prendas conformadas por dos piezas tubulares en las que se introducen las
piernas por separado; a diferencia de las túnicas, faldas, batas, batolas, en
las que las piernas están cubiertas en el mismo espacio de tela. Se sabe que
hace más de cuatro mil años los nómadas de Europa del centro llevaban bombachos
atados a la cintura. Ya en la edad media europea, las armaduras y todas las
prendas que se usaran para la guerra o para la caza (actividades por entonces
predominantemente masculinas) tenían la forma antes descrita, por razones
obvias de comodidad al andar a caballo. Pero los reyes, príncipes y otros
nobles no los usaban en situaciones de formalidad. Los que hacían faena en el
campo y otros trabajos pesados sí, y muy a menudo.
Lo que
sí está un poco más claro es la fecha aproximada a partir de la cual las
mujeres reivindican su derecho a usar el pantalón. La primera en querer
introducir los pantalones como moda femenina fue la feminista Amelia Bloomer[1],
quien diseño una falda a la altura de la rodilla que se usaría con unos
pantalones más anchos debajo, un poco a la manera del traje tradicional turco.
Pero no fue sino hasta el siglo XX, durante el período entre guerras mundiales,
cuando las primeras mujeres se pusieron el pantalón sin el bombacho de Bloomer;
y aunque estas pioneras al parecer no fueron muy bien vistas, con el tiempo la
gente se fue acostumbrando y comenzó a parecer normal que las mujeres vistieran
pantalones; ahora es más común verlas llevando pantalones que faldas.
Particularmente,
durante
ese período, y más específicamente durante la segunda guerra mundial, las
mujeres empezaron a trabajar en fábricas para sustituir a los hombres ausentes
y se acostumbraron a llevar monos (que nosotros llamamos bragas o slack) y
otras prendas masculinas. Incluso, en siglos pasados ya había ocurrido
que las mujeres usaran ocasionalmente pantalones para realizar labores, por
ejemplo en el campo. También se utilizaron los bombachos, a fines del siglo
XIX, para andar en bicicleta. Así que este uso por parte de la mujer nació
asociado al desarrollo de tareas o actividades, a veces masculinas.
Se creía
que el
pantalón era una prenda exclusiva masculina, y que las mujeres empezaron a
adoptarlo solo para ser como los hombres. Se adujeron
razones de diverso tipo, descabelladas las más, por la cual solicitaban a las
mujeres no usaron pantalones. Algunas tenían que ver con la higiene, mejor
dicho, con una creencia asociada la higiene: “los pantalones son malos
para la salud de la mujer... si las mujeres usaban ropa ajustada eran más
propensas a adquirir hongos. Por tal razón, los especialistas aconsejan a
las mujeres tener en cuenta que el exceso de humedad debe poder evaporarse de
su vulva. A las bacterias les encantan los lugares oscuros y húmedos. Considere
usar solamente vestidos.”
Es
oportuno aclarar que los asuntos que aquí se discuten, atañen principalmente al
mundo occidental contemporáneo, y al occidentalizado, donde los hombres visten
predominantemente pantalón, con excepción de los que ofician en la iglesia
católica y en algunos otros casos; ya que entre los árabes aún se observan usos
distintos, por no mencionar los pueblos que llamamos originarios, que ni lo uno
ni lo otro. En el mundo occidental contemporáneo aún sobrevive la falda de los
escoceses, como prenda para ocasiones especiales. Se dice que si es un
verdadero escocés no tiene nada debajo (nada se refiere a otra prenda): en
Escocia usar falda es cosa de hombres. En Escocia quizás el dicho sea al revés,
quizás lo que se discute es quién lleva la falda en la casa.
Rafael Victorino Muñoz
@soyvictorinox
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