Si escucháramos a una persona decir que su principal
proyecto en la vida es divorciarse de su pareja, con seguridad nos sentiríamos
extrañados y le preguntaríamos a esa persona si no habrá algo más en su vida,
qué va a hacer después, cosas así. Quizás a muchos de ustedes les pasará lo
mismo que a mí con respecto al discurso que mantienen la mayoría de los líderes
políticos de la oposición cuando plantean, como única meta dentro de su promesa
política, salir del actual gobierno. Nos preguntamos: ¿y después qué? Porque sea
lo que sea, siempre hay un después.
Pero hasta los momentos poco han hablado de eso. Quién sabe,
a lo mejor piensan que no importa. Quizás tienen el síndrome de Sebastián.
Sebastián, ustedes saben, el eterno novio de Carmen Rosa en la novela Casas muertas, el que soñaba despierto
que entraría a Caracas en un brioso caballo blanco después de derrocar a Gómez.
Pero cuando se ponía a pensar en cómo iba a gobernar y lo que tenía que hacer
para reconstruir el país… hasta allí le duraba el ensueño.
No sólo es que los principales líderes de la oposición no explican su proyecto de país, sino que no están muy seguros de cómo es que se va a materializar su única propuesta: la de salir de este gobierno. No se ponen de acuerdo. Comienzan algo y lo dejan a medias. Llaman a marchas y salen corriendo. Cualquiera diría que no están demasiado interesados en ser gobierno porque sólo saben ser oposición (otro día volveremos sobre este punto).
No sólo es que los principales líderes de la oposición no explican su proyecto de país, sino que no están muy seguros de cómo es que se va a materializar su única propuesta: la de salir de este gobierno. No se ponen de acuerdo. Comienzan algo y lo dejan a medias. Llaman a marchas y salen corriendo. Cualquiera diría que no están demasiado interesados en ser gobierno porque sólo saben ser oposición (otro día volveremos sobre este punto).
A menudo he escuchado a personas decir que estos personajes
de la política no pueden sacar todavía a la calle un proyecto de país, que
según y que tienen, porque se les queda frío.
Muchos dicen que todavía no es el momento, como si con eso quisieran hacernos
creer que son unos grandes clarividentes en la política que saben qué hacer,
cuándo hacer y cómo hacer en todo momento; pero... Vuelvo a ejemplos sobre los
que anteriormente hemos discurrido en estas líneas: Gandhi y Mandela. Ni
esperaron a que llegara ningún momento en particular (el momento lo iniciaron
ellos) ni se quemaron porque pasaran
mucho tiempo en la misma lucha y con la misma bandera. Averigüen ustedes
cuántos años lucharon los mencionados.
Para mí que todos esos mentecatos de la política venezolana
no tienen ninguna idea y están haciendo tiempo a ver si les llega algo por la
vía de la inspiración o vaya usted a saber qué. Porque, si a ver vamos, lo que
nosotros recibimos en el día a día, a través de los medios, es el discurso de unas
personas que se han constituido en figura política porque, primero, tienen
acceso a los medios; segundo, su único argumento es oponerse a lo que hay
(dígame si nunca hubiera existido Chávez… ellos tampoco); tercero, sólo son eso,
una figura, en el sentido primigenio de la palabra: la apariencia o el aspecto
externo de un cuerpoi u
objeto, algo que sólo aparece, o está allí, representa pero no es nada en sí
mismo.
Y en este caso me permito hacer una diferenciación tajante entre
lo que es una figura y lo que es una idea. Reto a quien sea, a quien quiera que
no esté de acuerdo conmigo, a que nos explique cuál es el sistema político de
María Corina Machado, de Henry Ramos Allup, de Henrique Capriles o de Leopoldo
López, cuáles son sus ideas, sus planteamientos. Aunque sea un pequeño artículo
como éste, una síntesis de su pensamiento, una idea que sea de ellos. Algo que
se pueda sintetizar en torno a un postulado, como ese de la tercera vía; que es
una tesis con nombre y apellido.
Yo no lo he intentado con los precitados líderes de la
oposición, porque sé que no hay nada allí. Son como esas pompas de jabón que se
desvanecen en el aire. No tienen ni han tenido una idea propia en sus vidas. Sólo
hablan en respuesta a algo, su discurso es circunstancial, responde a la
emoción del momento, no es trascendente ni profundo. Por eso entiendo el temor de
estos personajes y su preocupación de quemarse
en los procesos electorales. Por eso también, cada cierto tiempo, tienen que
inventar a ver qué sacan, a quién más ponen (una vez fue Stalin Rivas, después
inventaron a Chúo), porque saben que las caras de algunos y sus palabras huecas
ya cansan. Ahora no hay nadie, no batean ni de foul.
Pero cuando hay ideas es lo contrario; la idea permanece en
el tiempo, aún cuando no esté la persona. Vean, al respecto, lo que ha sucedido
con los planteamientos de grandes pensadores, como Rousseau (este incluso
expuso sus ideas y fue muchos años después que se materializaron). Y estas ideas
trascendentes siguen vivas, porque no dependían ni dependen de la personas que
las enuncian ni del momento ni de lo que las mismas eran en el momento (del
cargo que ocupaban, se entiende), ni de su presencia en los medios, ni de que
fuera el momento adecuado cuando las expusieron. Largo etcétera.
Son las ideas las que convencen, las que mueven, y el momento
de éstas no es uno en particular, sino que es siempre. Eso de que estos
políticos no quieren quemarse me suena a que ya están quemados, por lo menos el
cerebro lo tienen así. No han tenido una idea distinta a “tenemos que salir de
este gobierno”. Ser figura política es lo que han hecho; aparecer, dejarse ver.
Pero pensar, lo que se dice pensar, parece un arte perdido en lo que a la
política se refiere.
Rafael
Victorino Muñoz
@soyvictorinox
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