Cinco falacias sobre el trabajo de grado (desenmascaradas)

A menudo les digo a mis estudiantes que hacer un trabajo de investigación es algo así como preparar hallacas: nadie puede decirte cuáles son exactamente los ingredientes, ya que cada quien le añade algo de acuerdo con la manera como las hacen en su tierra o en su casa. Ahora bien, esto no significa que uno pueda hacer lo que le venga en gana en una investigación, no sólo porque existen normativas en cuanto a la presentación (por lo menos en la parte formal), sino porque, más importante aún, hay un objetivo y una metodología adaptada al mismo, una metodología que consta de una serie de momentos o pasos y que está asociada, además, a ciertas técnicas y/o instrumentos.



Así que, con respecto a los trabajos de grado, a su proceso de redacción, al proceso de investigación que se refleja en dicho proceso y a la metodología que utilizamos, hay cosas que se pueden hacer, se hacen, se han hecho, son apropiadas, y otras que simplemente no. Un método, como hemos dicho en otras ocasiones, es un camino. A veces, para ir a un lugar tenemos varias opciones; hay flexibilidad. Si, por ejemplo, quiero ir de Valencia a Caracas, puedo usar mi propio vehículo, tomar un autobús, un vuelo privado y hasta en bicicleta podría llegar (son 160 kilómetros, pero hay gente que puede hacer eso y hasta más). Con tal de que vaya hacia el este, llegaré. Pero lo que no puedo es ir hacia el oeste, porque voy a llegar, pero tendría que darle la vuelta al mundo. Menos aún al norte, porque llegaré a cualquier sitio, menos a Caracas.

El camino que voy a usar es algo que depende de mi objetivo. Si quiero llegar rápido, porque hay una diligencia que debo resolver, puedo tomar un taxi. Si me interesa ejercitarme, puedo caminar; o si quiero admirar el paisaje, qué se yo. Ése es el verdadero determinante. Lo demás es silencio. O más bien, en el caso de algunas instituciones educativas de nivel superior y de muchos tutores, lo demás es manía, necedad, confusión o costumbre (el famoso “aquí siempre se ha hecho así” o el “así fue como yo lo aprendí cuando estudié en la universidad”).

Muchas de las cosas (no se me ocurre darles un nombre) que les dicen los profesores de metodología (deberían llamarse de mitología), los tutores y los jurados de los trabajos de grado, a los estudiantes que elaboran sus proyectos, no son ni remotamente ciertas. Nadie nunca las dijo, no están escritas en ningún normativo, ningún autor importante o conocido que haya disertado sobre metodología de investigación las escribió jamás. Son una falacia repetida mil veces que, lamentablemente esta vez sí, se vuelve verdad, o por lo menos se la creen los estudiantes y quienes las dicen. Yo reto a que, una vez que exponga estas falacias, busquen la fuente, a ver si la encuentran.

Estas son mis falacias favoritas (no porque sean los que me gustan, sino porque son los que más escucho, más detesto y más fácilmente refuto):

- Al parecer, algunos profesores instan a sus estudiantes a que elaboran una propuesta para todo, para lo que sea; se lo he escuchado a muchos estudiantes “profe, ¿es verdad que para que el trabajo sea aprobado tiene que aportar una solución?” Es cierto que todo trabajo debe brindar una solución, pero a un problema de conocimiento. Esto significa: saber algo que se deseaba saber y no se sabía (disculpas por la repetición, aparentemente viciosa). Lo más extraño es que muchos elaboran la propuesta antes de conocer cómo es verdaderamente la situación, brindando soluciones que no se necesitan ni son factibles. (Ya desde el primer momento tienen un objetivo que apunta a ello, deben informarlo a su tutor o profesor de metodología.)

Quizás la racionalidad burocrática de nuestras instituciones, que desean saber y controlar todo, incluso antes de que el mismo tesista lo sepa, genera un problema muy serio, relacionado con este hecho. Por otra parte, lo que de verdad deseo discutir de la tendencia a querer hacer propuestas y más propuestas, que no llegan a ninguna parte (las universidades están llenas de trabajos de grado que nunca se hicieron en realidad), es que muchos descubrimientos verdaderamente importantes no fueron aplicados sino años después. Quizás uno de los casos emblemáticos sea la molécula del ADN, cuyo modelo fue propuesto por Watson y Crick en 1953 y cuyas aplicaciones prácticas sólo vemos hoy. Describir claramente una situación puede aportar más soluciones que elaborar una propuesta fundamentada en un diagnóstico superficial.

- Los párrafos deben tener ocho líneas. No sólo en los trabajos de grado, sino en cualquier texto producido por un ser humano, es imposible programar el cerebro para que produzca párrafos con una longitud similar en cuanto al número de líneas. La longitud de un párrafo depende del grado de profundidad con que se desea tratar una idea; la profundidad con que se desea tratar una idea depende de una máxima de cantidad: dar la cantidad de información necesaria a quien vaya a leer; si pensamos que la persona puede conocer poco el asunto, escribimos más. A menudo les digo a mis estudiantes que les lleven a sus profesores de metodología o tutores algún libro escrito por un autor importante; por ejemplo, que tomen un texto de Vargas Llosa, que cuenten las líneas. Si Vargas Llosa, que es premio Nobel de literatura, escribe párrafos de longitud tan variable, qué importa lo que pueda decir un profesor universitario que muchas veces no ha publicado tan siquiera un artículo en un blog.

- Tres antecedentes internacionales y tres nacionales: en los manuales que conozco sobre metodología se dice que hay que buscar, leer, analizar y referir o reseñar trabajos de investigación previos a nuestro estudio. No nos dicen cuántos son, no nos dicen que deben ser tantos o cuántos de aquí o de allá. Sólo explican, adicionalmente, que pueden ser investigaciones, artículos de revistas especializadas… ¿Y si no hubiera tres antecedentes? ¿Y si es un tema reciente? Cuando se comenzó a hablar de nuevas tecnologías, o de redes sociales, el que hizo el primer trabajo de grado se encontró con un obstáculo. Pero un investigador no debe detenerse por eso. Mi tesis de grado fue sobre la obra de un autor del cual no habían hablado más que dos personas a lo largo de un siglo. No sólo no había prácticamente antecedentes, sino que todos eran viejos. Lo que nos lleva al punto siguiente.

- Trabajos citados con menos de cinco años de antigüedad a la fecha (esto tampoco está escrito en ningún manual, ya sea referidos a antecedentes o bases teóricas): si alguien desea basarse en Maslow, en Freud, en Piaget, en los teóricos de la Gestalt, en Vigotsky, no puede porque son muy viejos. No sólo se comete la estupidez, en esta falacia, de creer que lo viejo es malo y lo nuevo es lo bueno, sino que olvidan lo fundamental: en el conocimiento, todo lo nuevo se basa en lo viejo. Algunos tesistas avezados buscan un trabajo de grado reciente en el que se cite a la autoridad cuyas teorías seguimos: “Fernández (2014, citando a Piaget) señala…” Como si lo importante fuera no lo que dice Piaget, sino lo que Fernández dice de Piaget, o peor aún, lo que Fernández dice que dijo Piaget. Con eso no engañas a nadie. Hay teorías que son insoslayables. Hay autores que, pase el tiempo que pase, tienen su peso.

- Lo primero que les piden los tutores a los estudiantes es que escriban el título, para que una vez aprobado este, puedan proceder a investigar. Pero, escribir primero el título del trabajo es como comenzar a construir una casa por la puerta, o mejor dicho, como si fuéramos a construir una casa y lo primero que hiciéramos es una puerta. Eso es un título: una visión general de lo que hay dentro del trabajo. Y si si no tenemos el trabajo (o la casa), para qué un título (o una puerta).

Esto es algo que hace un amigo mío, quien con frecuencia me habla de los libros que va a escribir pero que nunca escribe. Me cuenta cuál es el título o de qué se va a tratar y me pregunta qué me parece. Yo le respondo: escríbelo y te digo mi opinión. Si yo hiciera eso, ustedes me responderían igual: “voy a escribir el guión de una película titulada… ¿Les gusta la película?” Lo más posible es que me consideren un loco o un idiota.

Cuando comenzamos el trabajo de investigación por el título, un título que nos aprueba alguien, como para hacernos creer que vamos bien, vamos a tener luego que desechar todo lo que no se parezca a ese título, dejando quizás de lado asuntos muy interesantes; cuando lo más sencillo hubiera sido cambiar luego el título. Pero esto no se puede, porque ya el título está aprobado. Un título da una visión general del texto, lo mismo que el resumen. Y una visión general solo la puedo tener una vez redactado el texto.

La mayoría de los tutores, profesores de metodología de investigación y jurados de trabajos de grado les dicen a sus estudiantes cosas que sólo escucharon de alguien alguna vez, sin tomarse la molestia de indagar. Esperan que sus estudiantes investiguen, que consulten fuentes confiable, pero ellos mismos no se toman la molestia de averiguar y viven repitiendo falacia tras falacia, año tras año.


Rafael Victorino Muñoz


Postdata: Quién sabe si todas estas falacias, que obligan a la gente a hacer lo que no se puede, y otras cuantas cosas más de las que ya hablaremos, estén entre las primeras causas de eso que llaman el síndrome de todo menos tesis.

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