UNA COSA PIENSA EL BURRO

En estos días uno nota, cuando va manejando, que los vehículos de carga y de transporte de pasajeros cumplen correctamente con la normativa, es decir, colocan el cartelito (calcomanía, sticker o pegatina) donde se pueden ver las señales correspondientes a no hablar por celular mientras se maneja, no exceder los 80 kilómetros por hora, usar el cinturón de seguridad… Eso es todo, es decir, hasta allí llega el cumplimiento de la norma, hasta la parte de colocar el cartelito. En cuanto a la parte de hacer lo que indican esas señales, bien, gracias.
Con ese cartelito ocurre algo parecido a la advertencia que está en la caja de cigarrillos: todo el mundo la conoce y todo el mundo la ignora. Claro, nadie que haya comprado los cigarrillos va a botar la caja después de leer la advertencia, sin haberse fumado antes el contenido. El asunto es que sólo se lee después que se ha adquirido la caja, con lo cual queda invertido el orden de la causalidad: hay que comprar cigarrillos para poder conocer la advertencia sobre fumar cigarrillos.
En el caso del cartelito en los vehículos, como el mismo está en la parte de atrás y por fuera, la gente sólo lo lee antes de subirse al carro, y eso algunas veces; pero una vez que está dentro de él, adiós, gracias; todo queda olvidado. Sería difícil de verdad hacerlo, quiero decir, leerlo allí donde queda ubicado; sería mejor ponerlo en el parabrisas. Entonces, queda claro que se estableció la normativa para ignorarla, como suele ocurrir siempre en este ensayo de civilización que llamamos patria.
Ustedes me dirán que quizás la idea es que lean el cartelito en el carro de los otros. Pero eso nadie lo hace, porque posiblemente piensan que es para el dueño del carro que tiene el cartel y para nadie más. Digo yo, tratando de buscar una lógica a lo que no tiene más que sinrazones. El venezolano es así; piensa que la norma es para los otros, para los tontos que no son como él.
Cada vez que voy por la autopista y veo la forma cómo manejan los choferes de autobuses, gandolas y camiones, corroboro todo esto. Y a pesar de que sé que el asunto no funciona, me pregunto cosas como: ¿para cuándo el cartelito de “no se adelanta por la derecha, imbécil?”. Digo que a pesar de… porque sé que si aquel no se cumple, qué tanto daría poner otro cartelito, o hasta cubrir el carro entero de señalizaciones. No pasaría nada.
Pero, en vista de que está de moda colocar carteles que nadie va a tomar en cuenta, he decidido inventar los míos, por puro entretenimiento o desahogo. Ahí les van mis ideas de calcomanías para el carro:
-          Si estás leyendo esto es porque vas demasiado cerca del parachoques trasero de mi carro. Mantén la distancia.
-          Ya voy a 80 kilómetros por hora. Si quieres ir más rápido, cambia de canal: éste es el lento. (Esto es para los choferes de autobuses y camiones que inventaron eso de pegarse en el parachoques trasero del carro y empezar a cambiar la luz para que nos quitemos, cuando resulta que vamos por el canal lento.)
-          No puedo ir más rápido. Ya sufrí dos accidentes y no quiero un tercero sólo para que tú pases.
-          Mi carro es inestable y yo también; no respondo por mis actos.
-          Aquí termina la cola, no sé dónde comienza. Si quieres baja y averigua. (Ésta es para cuando uno está en una cola larguísima y el de atrás está ansioso.)
-          Y entonces tú tocaste tu maldita corneta y todo el mundo avanzó gracias a eso. ¿Qué haríamos sin ti? (Igual al anterior.)
-          No soy el causante de la cola. La cola ya estaba aquí cuando yo llegué.
-          No sé qué me preocupa más: quién te dio la licencia o quién te dio la responsabilidad de conducir un transporte público.
-          Estés detrás de mí o delante de mí, seguirás en la cola; calma la ansiedad,
-          El semáforo cambia en un minuto, ponle freno a tu desenfreno.
-          Ésta va dirigida a los fiscales y otros elementos de lo que llaman orden público: No pago matraca, no insista. (Aunque si yo fuera un fiscal me iría a la variante Bárbula-San Diego-Yagua; me haría rico matraqueando a los camioneros y autobuseros que van a más de 120 kph.)
Sería infinita la lista de carteles, así como lo es ahora mi necesidad de desahogo. Si hubiera un concurso internacional de malos conductores, Venezuela tendría tanto éxito como en los certámenes de belleza. La mayoría de nuestros conductores, ya sean taxistas o no, no sólo conduce mal, sino que ignora las más elementales normas. No las conocen por la sencilla razón de que aquí nadie presenta examen para obtener la licencia. Todo el mundo paga. Pero claro, cuando a alguien le dan una licencia cree de verdad que ya sabe conducir y no tiene nada más que aprender.
Entonces, a la larga, lo que más cuenta al momento de conducir es nuestra habilidad para imaginar o adivinar lo que quiere hacer el otro. De lo cual se deduce que manejar es muy fácil; pero el problema son los demás.
Rafael Victorino Muñoz

@soyvictorinox

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